EL TRABAJO EN TIEMPOS DE CRISIS
El desafío de Humanizar las Relaciones Sociales
Auditorium Fundación Telefónica
08 de julio de 2009
Quiero agradecer muy especialmente la invitación a este Seminario a la revista Mensaje, a la Fundación trabajo para un Hermano, a la Fundación Alberto Hurtado y al Centro de Espiritualidad Ignaciano. Creo que es importante tener instancias para reflexionar en conjunto y elaborar los aprendizajes necesarios sobre el valor del trabajo humano en tiempos de crisis.
La nueva encíclica del Papa Benedicto XVI, -que en algún momento tendremos tiempo de profundizar- Caritas in Veritate, “El amor en la Verdad”, publicada el día de ayer, nos regala una gran oportunidad para reflexionar sobre las condiciones de un “desarrollo integral” y un “progreso sostenible” en el mundo actual y nos da un marco interesante para algunas reflexiones que me gustaría compartir con uds.
1. El valor del trabajo humano
Desde siempre la Iglesia ha estado interpelada por la realidad y desafiada a iluminar el camino de la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Esto porque la Iglesia, no anhela sino el proyecto humano que habita en el corazón de Dios.
En términos sencillos el valor del trabajo humano está dado porque quien lo realiza es sagrado a los ojos de Dios. El Papa Juan Pablo II lo expresó sabiamente en la carta encíclica sobre el trabajo humano cuando afirma con elocuencia que “el primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, su sujeto” (LE, pág 24).
Pero su novedad está dada porque “Dios se hizo semejante a nosotros en todo, dedicó la mayor parte de años de su vida terrena al trabajo manual junto al banco del carpintero. Esta circunstancia constituye por sí sola el más elocuente “Evangelio del Trabajo”, que manifiesta cómo el fundamento para determinar el valor del trabajo humano no es en primer lugar el trabajo que realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona”, nos ilumina Juan Pablo II en la misma carta apostólica.
A veces creo que nos debiéramos detener por largo tiempo a meditar estas palabras. A dejar que calen en los más profundo de nuestro corazón. El trabajo humano es sagrado porque quien lo realiza es el autorretrato del mismo Dios. La primacía de la persona humana, por tanto, constituye un criterio esencial en el ordenamiento social y económico. Recolector de basura, microempresario, lustra botas, ejecutivo, dirigente sindical, empresario o servidor público son todos iguales en dignidad ante los ojos de Dios; y su trabajo, por diferente que sea, es igualmente digno y necesario.
Tenemos el gran desafío de humanizar nuestras relaciones sociales, nos interpela Benedicto XVI. Y solo cuando ponemos al centro de nuestras preocupaciones a la persona, más allá de otras consideraciones, se reconfigura la trama humana y se restituye nuestra convivencia.
2. La crisis nos obliga a revisar nuestro camino
Hace solo unos meses, el Papa Benedicto XVI, planteaba una pregunta acuciante que es insoslayable hoy: “¿Cómo no pensar-decía- en tantas personas y familias afectadas por las dificultades y las incertidumbres que la actual crisis financiera y económica ha provocado a escala mundial?” Lo que comenzó como una crisis de los mercados financieros se ha convertido en una crisis de empleo global. El desempleo va en aumento: ¿Cómo no empatizar y sentir en la piel, que el destino de estos hermanos es también nuestra responsabilidad?
La OIT (Organización Internacional de Trabajo) estima que en el mundo se llegarán a perder aproximadamente 50 millones de empleo producto de la crisis. En Chile, acabamos de conocer las cifras de la tasa de desempleo que alcanza el 10,2 %, no son cifras para alegrarnos. Detrás de éstas estadísticas corremos el peligro de olvidar el drama personal y familiar que implica el desempleo, y como afecta en la dignidad humana. El desempleo es una “calamidad social”, afirma la enseñanza social de la Iglesia. Sería un pecado imperdonable que como sociedad seamos indiferentes ante esta situación de angustia y desesperación en la que viven estos hermanos nuestros que no tienen trabajo. Precisamente son las crisis las que calibran la fibra de nuestra solidaridad.
Nos dice el Papa Benedicto en su encíclica:
“La dignidad de la persona y las exigencias de la justicia requieren, sobre todo hoy, que las opciones económicas no hagan aumentar de manera excesiva y moralmente inaceptable las desigualdades y que se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos, o lo mantengan. Pensándolo bien, esto es también una exigencia de la «razón económica». El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil”.
Cuando se pone en peligro el empleo, se pone en peligro nuestro proyecto de sociedad. Tenemos el gran desafío social, de cara al bicentenario, de llegar a ser una nación más equitativa y justa. El 80 por ciento del ingreso familiar proviene del trabajo. La mantención de la desigualdad se produce fundamentalmente por los bajos ingresos salariales. La insistencia de los obispos de Chile, particularmente de Mons. Goic, del “salario ético” apunta en la dirección de lograr una mayor equidad social entre nosotros. Nos basta que haya empleo, es necesario que ese empleo sea digno, justamente remunerado, de tal modo que ayude al autentico desarrollo humano de quienes realizan ese trabajo.
Debemos construir un país donde la mesa del progreso alcance para todos. Sin mesas cojas, ni mesas del “pellejo”, ni mesas solo para algunos. Nuestro buen Dios quiere una vida en abundancia y en abundancia para todos. Ahora bien, esto no puede ser construido sobre la base de olvidarnos de los temas de sueldo ético y la consideración del “trabajo decente”. No debemos desandar lo andado.
En nuestra empatía, compasión y pasión por los más pobres y excluidos -los predilectos de Dios-, está la puerta de entrada de la humanización de nuestras relaciones sociales. Una sociedad que posterga, olvida, discrimina, esconde a los más pobres, está optando por su propia deshumanización.
Pero mirándolo desde una perspectiva constructiva, la crisis actual nos da una enorme posibilidad de revisar nuestro camino. Nos obliga a detener la marcha. A discernir con verdad y justicia la sociedad que estamos construyendo. Así lo afirma con elocuencia el Papa Benedicto XVI:
“Los aspectos de la crisis y sus soluciones, así como la posibilidad de un futuro nuevo desarrollo, están cada vez más interrelacionados, se implican recíprocamente, requieren nuevos esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista. Nos preocupa justamente la complejidad y gravedad de la situación económica actual, pero hemos de asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos reclama la situación de un mundo que necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo sobre los cuales construir un futuro mejor. La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo. Conviene afrontar las dificultades del presente en esta clave, de manera confiada más que resignada”.
Al parecer nos encontramos frente a una crisis de características muy profundas. Quizás, es la oportunidad para construir seriamente un orden internacional más justo y equitativo. Pero cada uno debe hacer su tarea. Cada uno esta llamado, como constructores de la sociedad (trabajadores, empresarios, políticos, sociedad civil) a desplegar su mejor esfuerzo. Las medidas que se han estado tomando en materia de protección del empleo, apoyo a los que lo han perdido y las medidas para acelerar la recuperación económica parecen adecuadas. Ahora bien, siempre se puede hacer más.
A las organizaciones sindicales el Papa Benedicto XVI les dice:
“En la reflexión sobre el tema del trabajo, es oportuno hacer un llamamiento a las organizaciones sindicales de los trabajadores, desde siempre alentadas y sostenidas por la Iglesia, ante la urgente exigencia de abrirse a las nuevas perspectivas que surgen en el ámbito laboral. Las organizaciones sindicales están llamadas a hacerse cargo de los nuevos problemas de nuestra sociedad, superando las limitaciones propias de los sindicatos de clase”.
“El contexto global en el que se desarrolla el trabajo requiere igualmente que las organizaciones sindicales nacionales, ceñidas sobre todo a la defensa de los intereses de sus afiliados, vuelvan su mirada también hacia los no afiliados y, en particular, hacia los trabajadores de los países en vía de desarrollo, donde tantas veces se violan los derechos sociales. La defensa de estos trabajadores, promovida también mediante iniciativas apropiadas en favor de los países de origen, permitirá a las organizaciones sindicales poner de relieve las auténticas razones éticas y culturales que las han consentido ser, en contextos sociales y laborales diversos, un factor decisivo para el desarrollo”.
Con respecto a la empresa y la política el Papa, es también interpelador:
“El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. Se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral. Cuando predomina la absolutización de la técnica se produce una confusión entre los fines y los medios, el empresario considera como único criterio de acción el máximo beneficio en la producción; el político, la consolidación del poder; el científico, el resultado de sus descubrimientos. Así, bajo esa red de relaciones económicas, financieras y políticas persisten frecuentemente incomprensiones, malestar e injusticia; los flujos de conocimientos técnicos aumentan, pero en beneficio de sus propietarios, mientras que la situación real de las poblaciones que viven bajo y casi siempre al margen de estos flujos, permanece inalterada, sin posibilidades reales de emancipación”.
Sin duda son palabras para meditar.
3. Algunos aprendizajes
Finalmente, creo que hay algunos aprendizajes que debemos reflexionar. Por nombrar algunos:
- Creo que tenemos un tema pendiente con nuestras relaciones laborales. Las crisis son más fáciles de enfrentar cuando existe una práctica social permanente de confianza y diálogo social. Los consensos sociales se facilitan cuando se cultivan no en tiempos de crisis. Es urgente y necesario crecer en las confianzas y en el diálogo.
- Hemos avanzado en temas de protección social. El seguro de desempleo es una expresión, pero aún insuficiente. Una red de inserción laboral efectiva y eficiente para los más pobres aún es una tarea pendiente.
- El apoyo a la pequeña y microempresa aún carece de una valoración social y financiera robusta. Hay muchas fuentes laborales que dependen de esta actividad.
- Un mercado financiero desregulado, es una fuente de riesgos. Aquellos que pensaban que debía existir cada vez menos regulación, creo hoy no piensan así.
- Una economía de mercado sin matices, es decir, donde el mercado es el único (o definitivo) criterio es moralmente inaceptable. Una economía sin justicia es una antropofagia
- El ethos solidario debiera convertirse en una cultura solidaria, aprendida en el seno de la familia, enseñada en las salas de clases, idealizada por una juventud soñadora, y encarnada en distintas dimensiones de nuestra vida cotidiana, especialmente en el mundo del trabajo.
Hoy más que nunca se requieren liderazgos grandes y atrayentes en el campo de la empresa, de los sindicatos y en el servicio público. Liderazgos que estén dispuestos a poner el bien común como valor supremo y la responsabilidad como principio de actuación. Y dispuestos a enfrentar los temas difíciles. Sino no hay liderazgo.
En Chile hay signos esperanzadores de un necesario pacto entre los actores sociales. El acuerdo alcanzado hace algunos meses entre empresarios (grandes y pequeños), las organizaciones de los trabajadores y el Estado, creo que nos anima, y confirma la necesidad de renovar el pacto social por el empleo, tal como lo promueve la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
No nos podemos perder la oportunidad histórica de hacer de nuestra nación una fértil provincia. De cara al bicentenario debemos reconstruir las bases de nuestra convivencia nacional basada en la justicia, la paz y la mesa compartida para todos y todas.
Nadie sabe cuánto durará esta crisis y cuanto más se profundizará. Confiemos en el Señor que pase pronto, con los menores daños posibles y que saquemos de ella las debidas enseñanzas.
Para terminar, me hago eco de las palabras que dan el nombre a la Encíclica de el Papa Benedicto XVI:
“El amor en la verdad —caritas in veritate— es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización. El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador. El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo, no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que vence al mal con el bien (cf. Rm 12,21) y abre la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad.”.
El amor apasionado por un país más justo, solidario y próspero es el motor que puede ayudarnos en esta tarea. Parece un desafío apasionante al cuál estamos todos llamados a aportar lo mejor de nosotros.
Muchas Gracias.
Pbro. Rodrigo Tupper Altamirano
Vicario de la Pastoral Social y de los Trabajadores